Estoy completamente convencida de que el cambio en la realidad de una persona, es decir su propia vida y sus decisiones, dependen solamente de ella misma. No existe instrumento más poderoso que nuestro cerebro y mente. Quien aprenda a dominarlos puede lograr todos sus objetivos. Sin embargo, dicho instrumento, el cerebro, debe ser alimentado, cuidado y trabajado. ¿Cómo logramos ello en una sociedad con más del 25% de peruanos que se mantienen en la pobreza? ¿Cómo logramos acortar distancias en la desigualdad social con niños que no se alimentan bien en los primeros 5 años de vida? ¿El pobre es pobre porque quiere? Nada es absoluto y veamos los matices.
Hemos fallado como sociedad, como gobiernos y como tecnócratas. La pobreza es una de las responsables de la informalidad y la falta de empleo. Es evidente que estas amplias desigualdades y precariedad social necesitan complejas explicaciones. Es casi imposible no ser pobre si tu país está constantemente acosado por conflictos e inestabilidad política, si la corrupción está institucionalizada. Pero es más triste ser pobre en un país con la riqueza minera que tiene el Perú. ¿El problema es el sistema? No. El problema son las personas que aplican el sistema.
¿El pobre es pobre porque quiere? Veamos. Una persona es pobre cuando no puede satisfacer las necesidades humanas básicas por falta de trabajo y recursos. Vamos a centrarnos en la alimentación: según el INEI, durante toda la pandemia, más del 5% de la población del país estaban y están en pobreza extrema y el 25 % en la pobreza. ¿Qué significa esto? Los primeros no tienen dinero para gastar en productos para alimentarse; mientras que los segundos se alimentan de forma precaria y cero calidades. Padres desnutridos más hijos desnutridos da el resultado de un cerebro limitado y una mente deficiente. Un cerebro limitado no te permitirá desarrollarte en el ámbito social ni captar aspectos básicos de los estudios para defenderte en la vida.
¿Cuál es la obligación del Estado y de cada gobierno? Dar a su población seguridad, educación, salud; y algo determinante: alimentación. Y no es un favor, es su obligación. Como nación debemos entender que niños, adolescentes, jóvenes y adultos que han nacido, crecido y vivido en pobreza y extrema pobreza tienen serias limitaciones mentales para lograr objetivos en su vida, para conseguir trabajos, tomar decisiones y afrontar riesgos. Riesgos y malas decisiones que pueden llevarlos a mucha precariedad, vulnerabilidad emocional y desesperación.
Investigadores de la Universidad de Harvard indican que una persona que vive en la pobreza extrema tiene un rango mental -repetimos, un rango mental- limitado; es decir, no usan el raciocinio para ir más allá de lo evidente y son quienes no consiguen empleo fácilmente. Y si lo hacen, son explotados. Un hombre o mujer que prefiere gastar en cerveza, televisores, zapatillas, fiestas y más cosas inservibles, en lugar de la alimentación y educación de sus hijos o de ellos mismos, no merecen ninguna pena ni oportunidad. En estos casos, el problema no es el dinero ni el Estado ni la pobreza; el problema son ellos -siguiendo fielmente mi filosofía de vida- y son los responsables de su propia realidad. ¿El pobre es pobre porque quiere? No, necesariamente.
Columna publicada en diario Expreso el 20 febrero de 2023