El nuevo coronavirus (COVID-19), aquel que no reconoce fronteras, ha provocado al menos 163.000 muertes en el mundo desde que apareció en diciembre en China. Con el pasar de los meses, la enfermedad fue capaz de llegar a más de 190 países y territorios, afectando a las personas sin importar el sexo, la edad o raza.
En medio de la preocupación y la búsqueda desesperada de una vacuna, la peruana Carla Montoya viene pasando sus días confinada y tratando de sobrellevar esta pandemia en la isla francesa Mayotte, ubicada entre África y el extremo norte de Madagascar.
“El coronavirus nos ha cambiado muchas cosas. Antes teníamos una vida social bastante activa. En general aquí nadie trabaja después de las cinco. Entonces, como que teníamos tiempo de vernos con los amigos, pero ahora todo el mundo está confinado”, afirma en comunicación telefónica con El Comercio desde este territorio de Francia de ultramar.
Montoya, que vive junto a su esposo en Mayotte desde setiembre del 2018, cuenta que las medidas impuestas por las autoridades sanitarias son las mismas que están aplicando en Francia, uno de los territorios más afectados por el coronavirus.
“[En Mayotte] Tenemos las mismas medidas que se aplican en Francia, en Europa. Necesitamos una atestación impresa o escrita que diga el motivo por el que estamos saliendo. Solo hay cuatro motivos: ir al supermercado, hacer deporte cerca de tu casa, ir a los servicios médicos e ir a trabajar si no puedes hacer teletrabajo. Si no tienes la atestación tienes una multa que va hasta los 135 euros”, asegura Montoya, quien sostiene que la pandemia no es lo único que le preocupa.
Hace un tiempo, ante el incremento de los temblores en la zona, las autoridades les informaron que un volcán estaba creciendo en actividad, esto a 50 kilómetros de Mayotte y existía un claro riesgo de tsunami.
“Ponerme a resguardo”
“No es que quiera huir, pero quiero ponerme a resguardo de varias cosas (del dengue, del coronavirus) porque sé que si voy a Europa voy a tener más posibilidades de que me atiendan en un hospital a que me atiendan aquí (Mayotte)”.
Por ello, Carla Montoya manifiesta que irse de Mayotte es una decisión tomada.
“En verdad, mi anhelo es que abran las fronteras. Ir a Francia también por otros temas. Nos queremos ir por el coronavirus, (pero) más que todo por el riesgo del volcán y porque mi chico tiene un contrato (consiguió trabajo en Francia y debe presentarse el 1 de junio)”, puntualizó.
Mientras tanto, en Mayotte los casos siguen avanzando. Hasta el momento, se han registrado 254 positivos por coronavirus y 4 muertos, según indica el balance actualizado de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos.
Mayotte, la isla que no está preparada para la pandemia
La peruana, que trabaja en una agencia de publicidad en Mayotte, revela que “hay bastantes personas” que no están respetando las medidas que se han impuestos para evitar la propagación del coronavirus.
Incluso, señala a las bodegas de Mayotte como uno de los puntos donde las personas incumplen más estas recomendaciones.
“Yo fui hace poco a una pequeña bodega y era la única que tenía máscara y guantes. Todos los demás no tenían nada. La gente pasaba al costado, eso me dio bastante miedo. Mi chico y yo ya no queremos ir a las bodegas”.
Para Montoya, la isla francesa, que cuenta con dos hospitales, no está preparada para afrontar el nuevo coronavirus. “Yo siento que el coronavirus recién está empezando en Mayotte”.
“No he escuchado que se esté saliendo de control, pero sí que había solo 15 camas de reanimación y somos 250 mil personas. Entonces, nos han mandado 35 camas más. Lo que harían unas 50 ahora”, puntualizó.
En vista de este complejo panorama, la joven no tuvo otra opción que recurrir a los elementos caseros para protegerse del virus.
“Nosotros hemos fabricado nuestras mascarillas con videos de YouTube, con tela que teníamos aquí también y después usamos los guantes que son para lavar platos. Alcohol no tenemos, así que usamos a veces el desinfectante de heridas”.
Por eso, en medio del ingenio, la paciencia y las plegarias para no contraer el virus, Carla junto a su pareja pasa sus días en casa, a la espera de que se levanten las restricciones y así iniciar un nuevo viaje.